4 de abril, 2018

La corte suprema de Brasil a un solo voto de autorizar la cárcel para Lula

Los 11 jueces del Supremo Tribunal Federal votan si el ex mandatario brasileño debe ir preso antes de que sea juzgado en tercera instancia.

La Corte Suprema de Brasil comenzó a votar este miércoles si el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva puede ser detenido para cumplir una condena de más de 12 años de cárcel por corrupción, a seis meses de las elecciones que lo tienen como favorito.

 

 

La defensa de Lula (2003-2010) pretende que el Supremo Tribunal Federal (STF) le permita apelar, tal como marca la Constitución y el Código Penal, en libertad hasta agotar las cuatro instancias del sistema jurídico.

 

 

Hasta el momento, Lula recurrió a la segunda instancia, donde el Tribunal confirmó la sentencia del Juez Sergio Moro y aumentó la pena de 9 a 12 años, por lo cual aún podría recurrir al Superior Tribunal de Justicia y luego al STF, donde hoy espera una respuesta favorable a su pedido de habeas corpus para aguardar en libertad las próximas apelaciones.

 

 

La presidenta del tribunal, Cármen Lúcia, llamó a respetar la decisión de la corte, que delibera bajo un esquema de seguridad reforzado y sometido a fuertes presiones de partidarios y rivales del carismático líder de la izquierda.

 

 

Los cinco votos de los once que emitirá el Supremo Tribunal Federal (STF) ubican la pugna 5 a 1 contra el exmandatario.

 

 

Edson Fachin, relator de la Operación Lava Jato que dejó al descubierto una red de corrupción entre empresarios y políticos, rechazó el recurso al señalar que Brasil ya había sido apercibido en tribunales internacionales por la extensión de sus procesos, que en muchos casos desemboca en una mera prescripción.

 

 

Pero su colega Gilmar Mendes emparejó la votación, argumentando que la posibilidad de detener a un acusado tras la segunda instancia dejó de ser una opción para convertirse en un «principio inflexible» de dictar «prisiones automáticas».

 

 

Y propuso una solución intermedia: que la condena sea ejecutada solo después del tercer grado (Superior Tribunal de Justicia, STJ), lo cual permitiría a Lula seguir libre al menos varios meses, hasta que esa corte emita su sentencia.

 

 

Posteriormente, Alexandre de Moraes, el exministro del actual mandatario Michel Temer, votó contra Lula, al igual que Luís Roberto Barroso, colocando la votación 3-1.

 

 

En un voto que puede ser desicivo, Rosa Weber eludió sus antecedentes en votaciones similares y, luego de un discurso amplio que duró más de una hora, optó por inclinarse por negar el habeas corpus presentado por Lula.

 

 

Lula, de 72 años, fue condenado por recibir un apartamento de lujo de una constructora involucrada en el escándalo de sobornos de Petrobras; pero presentó el habeas corpus ante el STF para evitar su encarcelamiento.

 

 

Si su recurso es aceptado, podrá seguir en precampaña y apostar a un largo proceso en los tribunales superiores. De lo contrario, podría ser arrestado en breve.

 

 

 

La corte en Brasilia trabaja aislada del público. La policía montó un vallado para separar a los manifestantes de ambos bandos a lo largo de la Explanada de los Ministerios, que desemboca en la plaza de los Tres Poderes donde se halla el Supremo Tribunal Federal (STF).

 

 

En un inusitado mensaje vía Twitter, el comandante del Ejército, el general Eduardo Villas Boas, aseguró el martes «compartir el ansia de todos los ciudadanos de bien, de repudio a la impunidad y de respeto de la Constitución, la paz social y la democracia».

 

 

Villas Boas recibió un entusiasta apoyo del diputado ultraderechista Jair Bolsonaro, segundo en las encuestas electorales, aunque con la mitad de intenciones de voto de Lula. Y también el repudio de políticos, formadores de opinión y de Amnistía Internacional.

 

 

La polarización en Brasil dejó paso a la violencia a fines de marzo, cuando una caravana proselitista del líder de la izquierda fue atacada con armas de fuego.

 

 

Lula seguía la audiencia judicial desde la sede del Sindicato de Metalúrgicos en Sao Bernardo do Campo, cinturón obrero de Sao Paulo, donde inició un ascenso que lo llevó del gremialismo hasta la jefatura de Estado.

 

 

Lo acompañaban varios dirigentes del Partido de los Trabajadores (PT), entre ellas la expresidenta Dilma Rousseff, destituida en 2016 por el Congreso, acusada de manipular las cuentas públicas.

 

 

En otra sala, unos pocos cientos de personas miraban el debate en una pantalla gigante, vestidas con las camisetas rojas del PT.

 

 

«Esta noche no dormí. Es uno de los peores días de mi vida. Creo que va a ser condenado (…) Están rompiendo la Constitución y nadie hace nada», dijo Leonor Mata, una profesora de 60 años, afiliada al PT desde hace más de tres décadas.

 

 

El que fuera el presidente más popular de la historia reciente de Brasil (2003-2010) se declara inocente en este proceso y en los otros seis que enfrenta por delitos como tráfico de influencia y obstrucción a la justicia, y los atribuye a una conspiración para evitar que regrese al poder.

 

 

Más allá de si Lula consigue evitar la prisión, su candidatura tambalea porque la justicia electoral impide postularse a condenados en segunda instancia. Ese capítulo recién se resolverá entre julio y agosto, durante la ventana oficial para registrar los candidatos.